Cada vez que Antonio se adentra en su cocina y tiene frente a sí a una de sus masas de pizza fija con fuerza sus ojos en ella. Sus manos y su voz inician un particular diálogo, enérgico a veces, otras pausado, hasta que la hace volar por los aires. Los ingredientes caen sobre la masa de manera casi espontánea, con una gracia inusual. Antonio revisa que todo esté en orden. Llega entonces el momento de introducirla en el horno.
La mirada de Antonio se relaja y, sin perder la pizza de vista, comienza a recordar las últimas anotaciones que ha guardado en su móvil y que pretende pasar al ordenador en cuanto llegue a casa. Incluir una nueva pizza en carta: la gourmet scrocchiarella, de gran éxito en Roma, y otra de masa cien por cien integral se encuentra entre sus prioridades.
“No puedo vivir sin objetivos, necesito crear constantemente”.